domingo, 1 de mayo de 2011
Canaán
Canaán (en fenicio: , en hebreo: כְּנַעַן, en árabe کنعان, en griego Χανααν [janaán]) es la denominación antigua de una región del Próximo Oriente, situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán y que abarcaba parte de la franja sirio-fenicia conocida también como el Creciente fértil. En la actualidad se corresponde con el Estado de Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania, junto con la zona occidental de Jordania y algunos puntos de Siria y Líbano. Sus límites estarían desde la antigua Gaza al Sur hasta la desembocadura del río Orontes al Norte, englobando todas las tierras no desérticas del interior, hasta una profundidad de unos 150 km desde la costa del Mediterráneo, algunos kilómetros más allá de la ribera oriental del río Jordán.
Uso del término
El marco temporal para la utilización del término Canaán suele estar comprendido desde el año 3000 a. C. hasta que los romanos, durante su extensa dominación, le cambiaron el nombre por Palestina como represalia inmediata contra los hebreos tras sofocar su rebelión de los años 132 a 135.
En el Diccionario hebreo Strong, «cananeo» recibe el significado de ‘mercader’, ‘traficante’. «Cananeo» llega a ser símbolo de ‘mercader’ (ver Proverbios 31:24 y Job 41:6).
El pueblo cananeo era adorador de dioses tales como El (Dagan), Baal y Asera, y eso implicaba una forma de vida repudiada por los hebreos (que invadieron Canaán destruyendo varias ciudades por considerarlo un mandato de Yahveh).
El propio nombre de "IsraEl" significa "el que lucha con(tra) El", es decir contra el Dios de los cananeos.
Existen otras denominaciones para referirse a la misma región, o partes de ella, si bien asociadas a las mismas entidades geográficas e históricas, tales como Palestina, Tierra de Israel, Judá, Fenicia, Aram, Siria, etcétera. También eran cananeos los fenicios e importantes ciudades que fundaron en el Mediterráneo occidental, como el caso de Cartago.
La Biblia en los evangelios de Mateo y Marcos se destaca Simón el Cananeo, refiriéndose al apóstol Simón, uno de los doce discípulos directos de Jesucristo y que luego sería san Pedro. Ese nombre ha sido interpretado como su conocida descendencia respecto de este pueblo.
Historia
Canaán es una zona con una larga historia, que remonta su ocupación hasta las fases neolíticas más tempranas, con importantes asentamientos a lo largo del tiempo, como Jericó, Ugarit, Jerusalén, Tiro, Sidón, Biblos, Damasco o Gaza. Fue habitado por pueblos muy diversos, como amorreos, jebuseos, hicsos, filisteos, fenicios, arameos, hebreos (y sus descendientes los judíos).
Primeros semitas
A partir de la primera invasión semita en la región (ca. 3000 a. C.) existe unidad de organización, urbanismo, arte militar, etc., entre todas las ciudades de Canaán y las de la zona montañosa de Judea; su historia es común, con pequeñas vicisitudes peculiares de cada ciudad.
Estos ocupantes parece ser que entraron por el este. Las ciudades que de ellos conocemos, tanto en la zona montañosa como en las llanuras y costas, coinciden en la solidez de sus muros defensivos, como los de `Ay, Tirsah, Jericó, Dotayn, etc.; además son de bastante extensión, lo que indica una población urbana numerosa con toda la complejidad de servicios y el consiguiente desarrollo económico.
En el trazado de las ciudades hay un destacado interés urbanístico: alcantarillados, calles rectas y bien trazadas, armonía de edificios públicos con las viviendas particulares, etc. Esta disposición urbanística es nueva por completo en Canaán y exige una fuerte autoridad interna. Desgraciadamente faltan los documentos escritos que permitan reconstruir la historia durante los casi nueve siglos que duró esta civilización sin variantes.
Parece ser que la principal fuente de riqueza es la agricultura de los campos inmediatos a las ciudades: regadíos, como los de Jericó, o secano bien explotado, como en el caso de `Ay. Pero su posición era estratégica: era un enclave frente al Mediterráneo, y territorio de paso entre las diversas potencias: Egipto; Asiria-Babilonia; los Hititas... Esto propició una nueva fuente de riqueza: el comercio. Las destrucciones totales de las ciudades hablan de las conquistas guerreras de las mismas. Aun así, las destrucciones no suelen ser totales, y los mismos pobladores rehacen las partes dañadas de las ciudades al desaparecer el peligro que las aquejaba.
Los amorreos
Poco antes de finalizar el tercer milenio, una nueva incursión de gentes de vida nómada, al menos aparentemente, destruye casi por completo las ciudades de la zona montañosa, aunque las del llano, menos conocidas, puede que no sufrieran tanto, especialmente las bien conocidas de Fenicia, como Biblos. Ordinariamente se considera amorreos a los nuevos invasores. Los descendientes de los pobladores de las antiguas ciudades, muy mermados en su número, pronto volvieron a reconstruir las antiguas ciudades de la zona montañosa, en menor tamaño, con otras técnicas defensivas y sin tanta atención urbanística.
Según la Biblia (y sin que haya respaldo científico del dato) este pueblo descendía del cuarto hijo de Cam, el más joven hijo de Noé (Génesis 10:16). Grupos de ellos moraban en Hazezontamar, o En-gadí, al oeste del mar Muerto, y fueron atacados por Quedorlaomer en los días de Abraham (Génesis 14:7). En aquel entonces, la iniquidad de los amorreos no había llegado aún a su colmo (Génesis 15:16, 21). Siendo la tribu más dominante y la gente más corrompida, algunas veces los amorreos son tomados como representantes de los cananeos en general (Génesis 15:16; 1 Reyes 21:26).
Los documentos egipcios ya hablan de expediciones guerreras en Canaán, aún no conocida por este nombre; entre estas expediciones hay que destacar la de Sesostris III (ca. 1850 a. C.).
Los hicsos
Durante los siglos XVII y XVI a.C. los hicsos dominaron Egipto, y controlaban también a Canaán; hasta se han hallado en los estratos correspondientes a su ocupación más escarabeos y cerámica suya que en las propias ciudades egipcias. Con los hicsos se introducen, por razones militares, nuevas técnicas en las ciudades; los muros, que ya no eran tan sólidos como en la época anterior, se refuerzan con los característicos glacis hicsos, y las puertas son de tenaza. La opresión de los más poderosos sobre las mayorías se hace notar: es apreciable una mayor diferencia entre las viviendas de los nobles y las de los semi-siervos que las rodean. Con la decadencia de los hicsos coincide la llegada de una nueva oleada de pobladores, esta vez del norte y de origen indoeuropeo: los hurritas.
Los hurritas
Los hurritas llegarán a establecerse de tal forma en Canaán, que en los documentos egipcios de la época pasa a llamarse huru, país de los hurritas. El comercio florece y no sólo de productos manufacturados, sino especialmente de materia prima para la industria artesana: los colorantes para la cerámica, los minerales traídos desde muy lejos; pero el bronce es usado principalmente para fines bélicos: armas y armaduras.
La prosperidad económica y el incremento de la población a lo largo de este periodo (1750-1550 a. C.) es patente en las excavaciones de los estratos correspondientes. Y dado que el comercio es el motor de esa bonanza se hacen más numerosas las ciudades. Algunas surgen totalmente de nuevo, otras se repueblan. El dominio hurrita fue desmontado en Canaán por los grandes faraones egipcios del Imperio Nuevo. Tutmosis III, ya en el siglo XV a. C., invadió triunfalmente Canaán por el camino del mar, ocupando Yajó (Joppe), Lidda, Gezer, Megiddo y Ta'ának, convirtiendo en feudatarias a todas las ciudades.
Los hititas
Pero otro imperio surge al norte, en Anatolia: los hititas, que saldrán al encuentro de los egipcios y aprovecharán cualquier debilidad del poder faraónico para llevar su influencia hacia el sur, estableciendo cabezas de puente incluso en Canaán y la parte montañosa de Judea. Cuando decaen los imperios, las rencillas entre los nobles cananeos y unos grupos misteriosos de hombres armados, los hapiru, impiden la paz: decae la cultura y reina el miedo. Se compra lo que la falta de paz no permite fabricar, aumentando las importaciones, incluso de cerámica.
Los egipcios
La descripción de Canaán en las tablillas de Tell el-Amarna, archivo de estado de Ajenatón (Amenofis IV), no puede ser más desoladora: la anarquía se apodera de Canaán en el siglo XIV a.C. Los faraones de la dinastía XIX, a fines del siglo y principios del siguiente, intentan restablecer el dominio del vital paso de Canaán, pero el neo-imperio hitita les sale al paso hasta que Ramsés II consigue un tratado de paz perpetua, tras la batalla de Qadesh, con la delimitación de las mutuas esferas de influencia: el actual Nahar al-Kalb, río que desemboca entre Biblos y Beirut, separará las regiones dominadas por los hititas, al norte, de las feudatarias de Egipto, al sur; queda por tanto Canaán bajo la dominación faraónica una vez más. Pero este acuerdo había de durar poco por la decadencia respectiva de ambos imperios, que no tardó en llegar (ca. 1250 a.C.).
Los Pueblos del Mar
Nuevos invasores se presentan en Canaán: los "Pueblos del Mar" desembarcan en las costas y con sus armas de hierro, una vez deshecho el monopolio hitita al derrumbarse el imperio de Jattusas (Bogazköy), se adueñan de la costa de Canaán. Los estudiosos de la biblia del siglo XIX identificaron la tierra de los filisteos (Filistea o Plesheth, con el significado hebreo de "invasores") con Palastu y Pilista de las inscripciones asirias, según el diccionario de la Biblia de Easton (1897). Otros grupos además de los filisteos eran los tjekker, dananeos y shardana; el contraataque de Ramsés III destruyó la mayoría de los sitios cananeos. El mismo faraón permitió más adelante a los filisteos y tjekker, y posiblemente también a los dananeos, reconstruir las ciudades del camino costero.
Los filisteos pronto adquirieron las costumbres de los habitantes locales. En su búsqueda de riquezas, no dudaban en disputarle el dominio de los territorios al norte de Judá a los hebreos. Se transformaron en una amenaza para Israel (1ª Sam 9:16). Las cinco ciudades filisteas principales eran Gaza, Ashdod, Ekron, Gath, y Ascalón. Los israelitas logran con el tiempo dominar todo el territorio, aunque precisamente el antiguo Canaán, la zona costera, será lo último en caer en sus manos. Con esta victoria finaliza la historia de antiguo Canaán.
Las tribus hebreas
Las tribus hebreas iniciaron la conquista de Canaán hacia 1400 a. C. Fue un proceso lento, que duró varios decenios, y en el que los cananeos fueron finalmente expulsados o bien se fundieron en muchos casos con las tribus israelitas, lo que dejó una impronta cananea en éstas. La Biblia hebrea identifica a Canaán con el Líbano (principalmente con la ciudad de Sidón) pero extiende la denominación «Tierra de Canaán» hacia el sur, a través de Gaza hasta el «Río de Egipto» y hacia el Este hasta el Valle del Jordán, todo lo cual coincide con la «Tierra Prometida» de los judíos. Los hebreos crearon una genealogía para los pueblos cananeos: según la Biblia, los cananeos eran los descendientes de Canaán, hijo de Cam.
No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; tampoco haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual os llevo.
Levítico 18:3.
El propio nombre de "IsraEl" significa "el que lucha con(tra) El", es decir contra el dios (ídolo) de los cananeos.
Jacob y sus descendientes (israelitas) se caracterizarían por luchar contra aquellos ídolos y por lo tanto adorar al Dios único Yahvé. Entre los hebreos, decir "Raza de Canaán" era equivalente a un insulto (Daniel 13:56). Durante siglos, el pueblo de Israel lucharía contra la idolatría (los dioses del materialismo como El, Baal, Asera...).
Aunque con altibajos, sus líderes y el pueblo todo pudieron conformar una sociedad que vivía según los preceptos de Dios Yahvé. Esto finalmente lo consiguieron durante los reinados de David y Salomón. Precisamente Salomón (a los cananeos) los hizo tributarios (1 Reyes 9:20, 21; 2 Crónicas 8:7, 8). Entonces muchos cananeos se habrían refugiado en Tiro y más tarde habrían emigrado a las colonias fenicias situadas en el norte de África.
Pero algunos siglos después de esa etapa salomónica, los reyes de Israel (como Acab), se comportaban «de manera abominable, yendo tras los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos [cananeos], a los cuales expulsó Yahvé ante los hijos de Israel» (1 Reyes 21:25,26).
Ya en la época de dominio persa, el nombre de «cananeo» pasó a designar al «fenicio de Tiro», como sinónimo de ‘negociante’ o ‘mercader’:
¿Quién decretó esto sobre Tiro [...] cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra? Isaías 23:8.
Aspectos culturales
Canaán se destaca por su cultura escrita y su literatura. En las excavaciones se han hallado documentos, prácticamente contemporáneos, escritos en egipcio, acadio, y dialectos semitas cananeos en distintos sistemas de escritura. Estos últimos procedimientos se caracterizan por simplificar los complejos métodos extranjeros, el jeroglífico egipcio y el silábico cuneiforme que tienen uno y dos millares de signos, respectivamente, y con frecuencia diversas lecturas para un signo. La primera simplificación es el silabario de Biblos, que totaliza un centenar aproximado de signos diferentes.
El alfabeto
Pero el gran hallazgo es el alfabeto, al que se llega por dos caminos: el cuneiforme de Ugarit, con sus consonantes y el alef con los tres sonidos vocálicos, y él alfabeto del sur o cananeo propiamente dicho, que se inicia en las inscripciones encontradas en Serabit el-Jadim y dará origen, desde sus signos originariamente egipcios, al cananeo, o triangular o linear, del calendario de Gezer o de la inscripción de Áhiram de Biblos. De éste se derivarán el alfabeto griego y el abecedario latino. La lengua cananea es un dialecto arameo, muy próximo al hebreo. En los textos ugaríticos, muy abundantes se ve que conserva algún elemento enriquecedor, perdido por el hebreo, como son los casos del nombre, y que coinciden en líneas generales con las grandes lenguas semitas, árabe y acadio.
Arte
Las excavaciones arqueológicas han permitido conocer el arte de los cananeos. En general es muy pobre; no hay arquitectura monumental ni preocupación por embellecer los edificios con motivos ornamentales. Llama la atención la pobreza de los templos o palacios, sin capiteles en sus columnas, sin entallados en las puertas, etcétera. La escultura queda relegada, ordinariamente, a relieves y pequeñas figuras, casi siempre de dioses, y a trabajos de marfil y modelados de cerámica y terracotas. La mayor pieza hallada en Canaán entre las esculturas de piedra es el ídolo del templo de Hasor de la época del Bronce Reciente (ca. 1500 a. C.) que no llega al tamaño natural. Los idolillos y exvotos hallados en los santuarios, especialmente baales de Ugarit, y tablillas de la diosa de la fecundidad halladas en todas partes, nos hablan de un arte de origen remoto mesopotámico, pero de ejecución egipcia. Tanto los idolillos como las plaquitas son de algunos cm de altura. Una excepción puede ser la estela de la diosa serpiente de Tell Bayt Mirsim. Los marfiles tallados recuerdan los egipcios, aunque ya se ven influjos mesopotámicos e incluso elementos de los nómadas del próximo desierto.
Religión
El panteón cananeo estaba presidido por el dios Ël o Il (Elohim, en hebreo), dios decano de los nómadas y, por ende, con funciones eminentemente éticas y sociales. Es descrito como tolerante y benigno: recibe los títulos de «padre de los dioses», «rey», «padre de los hombres», «creador de las criaturas», «amable», «misericordioso» y «toro».
El culto al dios Ël era propio de los pueblos cananeos en el siglo XXII a. C. Luego se difundiría entre asirios y babilonios. Era la deidad principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que debían hacer tanto los hombres como los dioses.
Dadas esas características, para algunos, El era el apelativo con que se designaba por antonomasia a Dagan (dios de los cereales).
La palabra dagan se traduce como ‘grano’, ‘trigo’ o ‘semilla’; si se derivase del hebreo antiguo dag, podría significar ‘pez’. Esto último motivó la errónea interpretación de Dagan (cereal) como el dios pez (Dagón entre los fenicios). Se podría admitir que en el transcurso del tiempo, a lo largo de la orilla mediterránea, se desarrolló una concepción y representación doble de Dagón como resultado de la supuesta doble derivación del nombre.
A su vez era considerado como padre de Baal. Las representaciones de Baal era también un toro joven (becerro). En Ugarit el templo de Dagan y el de Baal estaban juntos.
Baal (b’l, dueño o señor) era una designación general que pasó a constituir la denominación de Hadad, el dios de las lluvias, convertido en el «dueño» o «Señor» por antonomasia en una sociedad agrícola que vive pendiente de las lluvias para lograr las cosechas. En las tablas de Ugarit figura también como el esposo (o hijo) de la diosa Asera (la madre de todos los dioses, la esposa celestial). En Canaán el rey era nombrado «siervo de El». Esto describía el estatus de los reyes antiguos como ejecutores de la voluntad divina. Este título era visto como un privilegio y como una carga.
Las cartas de Tell el-Amarna (aproximadamente 1480-1450 a. C.) han aportado los nombres cananeos de Yamir Dagan y Dagan Takala (gobernantes de Ascalón), lo cual da testimonio de la antigüedad del culto a Dagan entre los habitantes de Canaán, e introducida en Egipto en época de los hicsos.
Los antiguos hebreos habían vivido en Egipto bajo la influencia del culto a El (difundido por los hicsos). Esos dioses impregnaban la vida del pueblo (según Ezequiel 20:8).
Una vez en su Tierra Prometida, los hebreos quedaron rodeados de pueblos que adoraban al mismo dios El-Il-Dagan y a su hijo Baal-Hadad-Hammon. Los líderes hebreos justificaban sus guerras de aniquilamiento contra los pueblos vecinos como el único medio para desechar el culto pagano a «los Baales» para servir al dios único Yahvé, que les permitiría vivir en un ámbito de justicia, verdad, rectitud y compasión, conceptos que los hebreos aplicaban a sí mismos, mientras afirmaban que los pueblos cananeos eran mercaderes acostumbrados al engaño para conseguir riquezas. Por eso afirmaban que IsraEl (el que lucha con[tra] El) debía aniquilar a los demás pueblos vecinos. Sus profetas decían:
Todo el pueblo mercader [‘cananeo’] es destruido; talados son todos los que traían dinero. Sofonías 1:11.
Y, refiriéndose al Juicio Final:
Y en aquel día no habrá más negociantes [kenajaní: ‘cananeos’] en la casa del Dios de los Ejércitos. Zacarías 14.21.
Referencias
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Ur
Ur fue una antigua ciudad del sur de Mesopotamia. Originalmente, estaba localizada cerca de Eridu y de la desembocadura del río Éufrates en el Golfo Pérsico. Hoy en día, sus ruinas se encuentran a 24 km al suroeste de Nasiriya, en el actual Irak.
Los restos de Ur forman una colina de ruinas de 12 m de altitud en mitad del desierto de Iraq, a unos 24 km al suroeste de Nasiriya. Las ruinas eran llamadas por los habitantes locales Tell al-Muqayyar (montículo de brea).
La primera investigación en la zona fue llevada a cabo por el cónsul británico en Basora J. E. Taylor en 1854 por sugerencia del Museo Británico. Ya entonces se encontraron tablillas que indicaban que los restos pertenecían a la Ur bíblica; sin embargo, esto no fue suficiente para que se realizasen investigaciones de importancia y poco después se abandonó el lugar, produciéndose saqueos. Miles de tablillas cuneiformes terminaron en los mercados de Bagdad y, desde allí, en colecciones privadas.
Tras la Primera Guerra Mundial, Irak pasó a formar parte del Imperio británico. Esta situación fue aprovechada por el Museo Británico, que consiguió establecer excavaciones en Ur, Eridu y El Obeid entre 1918 y 1919. En 1920, arqueólogos de la Universidad de Pensilvania al mando de Leonard Woolley tomaron el relevo de los ingleses. En las excavaciones, que duraron hasta 1934, se encontraron numerosos objetos de valor, entre el que destacó el contenido de las llamadas Tumbas Reales.
En la década de 1970 el gobierno de Saddam Hussein emprendió la restauración del zigurat de Ur-Nammu, que se convirtió en uno de los monumentos más importantes de Irak.
Historia
Los primeros restos de Ur pertenecen al período de El Obeid (V milenio a. C.), en el cual se produjeron los primeros asentamientos urbanos en la zona. Ur es, por tanto, una de las ciudades más antiguas de Sumeria.
Durante el IV milenio a. C. (período de Uruk) la gran cantidad de cerámica encontrada parece indicar que Ur pudo haber sido un centro importante de producción. Esta situación se prolongó hasta el período Yemdet-Nasr, hacia el 3000 a. C. En algún momento del milenio siguiente se produjo una inundación de carácter local que dejó una importante capa de lodo en los estratos.
Período Dinástico Arcaico
La información de las capas pertenecientes al período Dinástico Arcaico es reducida, ya que unos 500 años después se derribó gran parte de las antiguas estructuras para construir otras más monumentales. Sin embargo, la historia de la ciudad puede reconstruirse en base a inscripciones en otras ciudades.
En algunos textos de Lagash, ciertos monarcas de esa ciudad se atribuyen haber conquistado Ur, si bien no indican los nombres de los reyes derrotados. Tampoco en la lista Real Sumeria se menciona a esos conquistadores, si no que hace referencia a una cesión de la realeza desde Uruk, al monarca de Ur, Mesannepada. En los sellos de este rey se encuentra que se titulaba "rey de Kish", título que podría hacer referencia no tanto a la ciudad acadia como a todo el territorio de la Mesopotamia central, lo cual podría estar apoyado por el uso que, posteriormente, Sargón de Acad dio a este título. Esto indicaría una posible hegemonía de Ur en la zona a mediados del Dinástico Arcaico, lo cual estaría respaldado por algunos restos, que muestran el incendio de la ciudad de Shuruppak y la destrucción del palacio de Kish.
Se conocen algunos datos de la familia de Mesanepada. Así, una tablilla de fundación encontrada en un templo cerca de tell Obeid nombra a un tal Aanepada, hijo de Mesannepada. El hijo de Aanepada se llamaba Meskiaga-nuna, y fue él quien sucedió a su abuelo en el trono. De este rey se conoce su existencia por una tablilla que le dedicó su esposa a su muerte. La lista real Sumeria menciona a estos dos reyes y a dos más, en la que denomina dinastía I de Ur. De estos dos últimos reyes destaca que sus nombres no son sumerios sino acadios.
Los nombres de los monarcas de la dinastía II de Ur aparecen muy deteriorados en la lista Real; sin embargo, se conocen bien los acontecimientos de este período, marcado por la rivalidad entre las distintas ciudades. Hacia el siglo XXIV a. C. el rey de Umma Lugalzagesi conquista las ciudades del sur de Mesopotamia, incluida Ur, formando una hegemonía local y declarándose rey de Kish, al igual que habían hecho los monarcas de la dinastía I de Ur.
Imperio acadio
El dominio de Lugalzagesi no duró mucho ya que hacia el 2335 a. C. Sargón de Acad fundó Agadé y comenzó sus conquistas, venciendo primero a Lugalzagesi y después a todas las ciudades sumerias, incluida Ur, a la que derribó sus murallas. Tras esto Ur y las demás ciudades sumerias quedaron incorporadas en el Imperio acadio. Tras la muerte de Sargón todas ellas se sublevaron, siendo reprimidas por su sucesor.
Durante el reinado del nieto de Sargón, Naram-Sin, la ciudad seguía formando parte del Imperio acadio, si bien se produjeron rebeliones. A esta época pertenece un texto escrito por Enheduanna, una sacerdotisa en y escriba en el templo de Nannar en Ur. La historia narra en primera persona el sufrimiento de la sacerdotisa que ha sido expulsada de Ur por el lugal local, Lugal-ane. La historicidad de los personajes parece estar demostrada; en el caso de Lugal-ane, por inscripciones en las que Naram-Sin le nombra como uno de los cabecillas de las revueltas de las ciudades del sur y, en el caso de Enheduanna, por un relieve en la que se le dibuja sentada junto al dios Nannar.
Los motivos de la expulsión de Enheduanna no están claros; el texto la menciona como hija de Sargón, lo cual podría indicar una filiación simbólica más que una relación familiar. De hecho, según su sello, fue nombrada sacerdotisa por el conquistador acadio. Así, es posible que esta designación hubiese incomodado al lugal de Ur, siendo éste el motivo de la expulsión.
La historia es representada como un conflicto entre el dios Nannar, que representa a Ur, e Innana, que representa a Agadé y al poder imperial; el árbitro del conflicto es el dios del cielo An de Uruk. Según la historia, An falla en favor de Inanna y Enheduanna recupera su posición. No se conoce cuál fue la historia real que inspiró esta alegoría, si bien se sabe que las revueltas de Ur y las demás ciudades fueron sofocadas por Naram-Sin.
A finales del siglo, durante el reinado de Sharkalisharri, hijo de Naram-Sin, el imperio se vio superado por las numerosas revueltas y los ataques de los pueblos vecinos. Así consiguió su independencia Ur.
La dinastía III de Ur
Pocos años después de la caída del imperio, el norte fue invadido por los nómadas gutis, si bien parece que no llegaron a afectar al área del sur, donde se encontraba Ur. En esta etapa destacó la ciudad de Lagash que según parece mantuvo algún tipo de dominio sobre Ur.
Hacia el siglo XXII a. C., Utu-hegal de Uruk expulsó a los gutis del norte consiguiendo la hegemonía en Sumeria. A su muerte fue su hermano Ur-Nammu, que posiblemente gobernaba hasta entonces en Ur, quien le sucedió en su imperio. En todo caso, el nuevo rey escogió a Ur como capital de su reino, fundando la que se ha llamado dinastía III de Ur o Ur III, que durante casi un siglo mantuvo la hegemonía sobre un territorio que abarcaba la totalidad de la cuenca mesopotámica y Elam.
En esta situación la ciudad de Ur quedó convertida en una gran capital. Es en este período cuando se destruyeron los anteriores edificios y se levantaron los que se pueden contemplar aun actualmente. Entre estas construcciones destaca el enorme zigurat de Ur, construido durante los reinados de Ur-Nammu (2113 - 2094 a. C.) y su sucesor Shulgi (2094 - 2047 a. C.) y que aún se mantiene en pie, tras su restauración parcial en los años 70. No se conoce la altura que llegó a alcanzar ya que, si bien las ruinas actuales miden 15 metros, a lo largo de 4.000 años la edificación ha debido sufrir una gran erosión. También en esta etapa se construyó el Gipar, un templo consagrado a Ningal. La tercera dinastía de Ur se caracterizó también por desarrollar un sistema de impuestos que, si bien resultaba eficaz, suponía una carga muy pesada para las clases populares.
La caída de la hegemonía de Ur estuvo marcada por la llegada de oleadas de nómadas procedentes de las regiones desérticas occidentales: los amorreos. Los recién llegados se fueron estableciendo en el curso medio del Éufrates, en la zona de Babilonia, consiguiendo cada vez más influencia. Tras la pérdida de las regiones periféricas del imperio, Shu-Sin (2037 - 2027 a. C.) dirigió la construcción de una muralla de 270 km con el objetivo de frenar a los nómadas. Su sucesor Ibbi-Sin (2026 - 2004 a. C.) tuvo que enfrentar además los intentos de independencia de las demás ciudades. En esta situación, un antiguo gobernante de Mari e influyente funcionario llamado Ishbi-Erra se asoció a los distintos enemigos de Ur dándole el golpe final, causando la disolución del imperio. Tras esto, Ishbi-Erra fundó una dinastía en Isin.
Hacia finales del siglo XXI a. C. los elamitas, dirigidos por el rey de Simash y que hasta entonces habían estado sometidos a Ur, ocuparon la ciudad, que fue arrasada. Los templos fueron saqueados y las viviendas destruidas, su monarca Ibbi-Sin fue hecho prisionero y llevado a Elam, y los campos fueron incendiados. Tras el saqueo, la ciudad cayó bajo la influencia de Ishbi-Erra.
En este contexto se desarrollan las llamadas Lamentaciones de Ur, un texto sumerio en el cual se atribuye la caída de Ur a la pérdida del favor de los dioses, tras lo cual se narran una serie de proyectos y deseos para que la ciudad recupere su estado anterior. Las lamentaciones se han interpretado como un texto de carácter político donde, tras la caída en desgracia de la ciudad, Ishbi-Erra, el nuevo gobernante, procederá a su reconstrucción con el beneplácito de los dioses.
Después de la dinastía III
En los años siguientes, el dominio de Ur y el del resto de la región se alternó entre Isín y Larsa. Tras las conquistas de Hammurabi, durante el Imperio paleobabilónico (siglos XVIII y XVII a. C.), la ciudad jugó un papel muy importante como centro de culto. Mil años después, Nabucodonosor II llevó a cabo una ambiciosa reconstrucción de los templos de Ur, que aún era un importante centro urbano. El declive de la ciudad sólo se produjo tras el final de los reinos mesopotámicos, con la conquista de la región por parte del Imperio persa.
Arquitectura
Debido a su tamaño, el montículo formado por las ruinas de Ur destacó durante siglos después de su abandono. Entre las edificaciones de las que quedan restos destacan el Gipar y el zigurat, construidos durante los primeros reinados de la dinastía III. No se conservan los templos del Imperio acadio, ya que fueron destruidos al construir los templos posteriores. Del período Dinástico Arcaico sólo se conservan algunos restos en los que se aprecia una edificación a base de ladrillos plano convexos.
Los dos edificios religiosos que se conservan estaban situados en un segmento de la ciudad rodeado por una muralla de 8 metros, cuya pared exterior estaba inclinada 45º. La sección noroeste de este recinto sagrado estaba dedicado al dios Nannar.
El zigurat de Ur-Nammu, cuyo nombre en sumerio era é-temen-ní-gùr-ru (casa de cimientos revestidos de terror) fue construido durante la primera mitad del siglo XXI a. C. y estaba rodeado por su propia muralla. La estructura aún se conserva y fue parcialmente reparada a finales de los años 70. Tiene planta rectangular de 61×45,7 metros y 15 metros de altura, si bien es probable que en su época tuviese bastante más metros de altura, perdidos debido a la erosión. El interior del zigurat no es hueco, si no que está completamente formado por ladrillos de barro. Las paredes exteriores están recubiertas por una capa de 2,4 metros de grosos de ladrillo cocido y betún y cada una de ellas está orientada a un punto cardinal. Es posible que en la cima albergase un templo. El acceso a las plantas superiores se realizaba a través de tres escaleras exteriores.
El Gippar era un recinto sagrado consagrado a Ningal situado en el sureste del recinto. Si bien fue remodelado por completo durante la dinastía III de Ur, es muy posible que su construcción se remontase al período Dinástico Arcaico. El interior del edificio estaba dividido en dos partes por un pasillo y contenía numerosas habitaciones que se situaban alrededor de patios. El Gippar funcionaba como residencia de la sacerdotisa en y su séquito. Además, la diosa Ningal tenía varias habitaciones reservadas a su uso.
En cuanto a la arquitectura residencial, la vivienda del Ur del II milenio a. C. estaba organizada en torno a un espacio central y generalmente tenía dos plantas. El espacio central ha sido interpretado en ocasiones como un patio, si bien es probable que se encontrase cubierto. En la ciudad se ha encontrado otro tipo de edificaciones de peor calidad, formadas simplemente como un agrupamiento en línea de unas pocas habitaciones. Se ha especulado sobre la posibilidad de que se tratase de comercios o talleres, si bien también es posible que fuese un tipo más humilde de vivienda.
Las tumbas reales de Ur
Uno de los hallazgos más sorprendentes de la expedición de Leonard Wooley en Ur fue una serie de 16 sepulturas a las que se denominó las Tumbas Reales de Ur. Pertenecían al período Dinástico Arcaico y estaban construidas por paredes de ladrillo o piedra coronadas por una bóveda. Se encontraban en un cementerio mayor, destinado a todo tipo de personas y que contenía más de 2.500 tumbas. Cada una de las tumbas reales contenía un cuerpo principal y un cierto número de acompañantes, así como numerosas riquezas.
De todas las sepulturas, destacaba la de una reina identificada gracias a su sello cilíndrico como Puabi. En su interior, además de la reina, se encontraban los cuerpos de cinco hombres armados y diez mujeres acompañadas por la magnífica Arpa de Ur rematada por la cabeza de un toro en oro. La cámara contenía incluso un carro y los esqueletos de dos bueyes. El cuerpo de la reina estaba envuelto en joyas y mantos con incrustaciones. Sobre la cabeza llevaba un tocado a base de hojas y una peineta rematada por estrellas de cinco puntas. Cerca de su mano tenía una copa de oro. Debajo de un baúl había un pasadizo que comunicaba con otra cámara funeraria; en ella se encontraba el rey A-kalam-dug de Ur, cuya tumba había sido parcialmente saqueada.
Otra de las tumbas reales pertenecía al lugal Meskalamdug. En otra de las fosas, cuyo dueño no se conoce, se encontraron 74 cuerpos, la mayoría de mujeres, lujosamente ataviados. Es en esta última tumba donde se encontró el Estandarte de Ur, una de las piezas más célebres de las halladas en Ur. El estandarte, está dividido en distintas franjas que contienen escenas cotidianas y de guerra, en la que destaca la representación de carros de guerra.
Se ha interpretado de diferentes formas el hecho de que las tumbas reales contuviesen cuerpos de sus sirvientes; para algunos autores, se trataba de enterramientos rituales, en los que el monarca era acompañado por éstos hacia el más allá. Sin embargo esto no ha sido demostrado y también se han barajado otras opciones, como que la tumba real fuese escogida por las élites como lugar ilustre de enterramiento, siendo sus cuerpos desplazados allí una vez construida.
Referencias
1. Leick, Gwendolyn (2002). «Ur». Mesopotamia: la invención de la ciudad. Barcelona: Rubí.
2. Margueron, Jean-Claude (2002). «La época del Dinástico Arcaico». Los mesopotámicos. Fuenlabrada: Cátedra.
3. Zgoll, Annette (1997). Ugarit-Verlag. ed. Der Rechtsfall der en-ḫedu-ana im Lied NIN-ME-ŠARA. pp. 45.
4. Margueron, Jean-Claude (2002). «La casa del hombre». Los mesopotámicos. Fuenlabrada: Cátedra. ISBN 84-376-1477-5.
jueves, 14 de abril de 2011
Etimologia de la palabra Biblia
Del griego
τα βιβλία, ta biblía, ‘los libros’
τὰ βιβλία τὰ ἅγια, ta biblía ta háguia; los libros sagrados
• Es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y el cristianismo.
• La canonicidad de cada libro varía dependiendo de la tradición adoptada.
• Según las religiones judía y cristiana, transmite la palabra de Dios»
Canon
Es la lista “oficial” de los libros considerados como inspirados por Dios
Difusión mundial
La Biblia, o al menos parte de ella, se encuentra traducida a 2303 idiomas
Acuñamiento de la palabra
La palabra Biblia, fue acuñada por vez primera en el libro I Macabeos 12:9, que dice:
• Cap. 12. Habla sobre una embajada a Roma.
• V. 9 “y aunque con el estímulo de los libros santos no necesitamos tales alianzas”
El plural y el singular
Siendo βιβλία plural de βιβλίον
biblíon, 'papiro' o 'rollo', usado también para 'libro'.
Posible origen de la palabra
Se cree que este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos (Βύβλος), importante mercado de papiros de la antigüedad.
Secuencia histórica de la palabra
Esta palabra fue empleada por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo testamento.
Muchos años después empezó a ser utilizada por los cristianos para referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo testamento así como los Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo testamento.
Para ese entonces ya era común utilizar únicamente el primer sintagma, τὰ βιβλία, a manera de título.
Ya como un título, se empezó a utilizar en latín biblia sacra (‘los libros sacros’), sin artículo dado que éste no existía en latín
Sin embargo, al ser biblia un cultismo en latín, acabó pasando de considerarse un neutro plural a un femenino singular («la sagrada Biblia»)
Entendiendo ya Biblia como el nombre propio de todo el conjunto
A través del latín se derivó a la gran mayoría de las lenguas modernas
Damaso I
Fue papa desde el año 366 hasta su muerte. Es el décimo octavo papado más largo con 18 años, 2 meses y once días (un total de 6.646 días). Su onomástico es el 11 de diciembre. Su nombre en latín significa domador.
Su vida coincidió con la subida de al trono Constantino I, con la reunión y nueva división del Imperio Occidental y Oriental romano, con la expansión del arrianismo, los problemas sucesorios y la proliferación de antipapas; así como con la expansión y legitimación del cristianismo a manos del Emperador Constantino y la adopción posterior por parte de Teodosio I como la religión del Estado Romano. Se presentó como un papa fuerte actuando como unificador y centralizador del poder de la Iglesia y el Imperio, en consonancia con las necesidades del contexto histórico.
Ordenó la histórica traducción latina de la Biblia conocida popularmente como «Vulgata», que se convirtió en la versión más extendida en aquella época, y fue conocida como Vulgata.
En el sínodo del 374, expidió un decreto en el cual se hizo un listado de los libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Por ello, le pidió al historiador Jerónimo de Estridón utilizar este canon y escribir una nueva traducción de la Biblia que incluyera un Antiguo Testamento de 46 libros y el Nuevo Testamento con sus 27 libros. Jerónimo viajó entonces a oriente para hacer vida eremítica y volvió años después a Roma, pasando durante algún tiempo a ser su secretario particular.
Cuando Dámaso envió a Jerónimo a realizar su revisión de las versiones hebreas más tempranas de la Biblia, éste realizó una traducción al latín. Esta versión fue aprobada por el Concilio de Trento en 1546, adoptada oficialmente en la liturgia y empleada por la Iglesia Católica durante cerca de quince siglos sustituyendo a la Vetus Latina y provocando que el latín se convirtiera en la lengua principal del culto.
miércoles, 13 de abril de 2011
Ensayo: Perspectiva historica de la crucifixión
Probablemente se originó con los Asirios, fue utilizado este método sistemáticamente por los Persas durante el siglo 6 a de C. Alejandro Magno copió este sistema y lo introdujo en los países del este del Mediterráneo en el siglo 4 a de C y los Fenicios lo introdujeron a Roma en el siglo 3 a de C. El uso de éste método era prácticamente nulo antes de la era pre-helénica. La crucifixión en alguna de sus variantes también se utilizaba en el Imperio aqueménide Persa, los griegos, cartagineses, los macedonios. Hay evidencias de que los piratas capturados eran crucificados en el puerto de Atenas alrededor del siglo 7 d de C.
Algunos teólogos cristianos, empezando por Pablo de Tarso han interpretado una alusión a la crucifixión en Deuteronomio 21:22-23, aquí se refiere a “ser colgado de un árbol”, pero puede también ser asociado con linchamiento o ahorcamiento tradicional. Sin embargo, la ley judía antigua permitía cuatro métodos de ejecución: apedreamiento, hoguera, estrangulamiento y decapitación. La crucifixión estaba prohibida en la ley antigua judía.
Se cree que Alejandro Magno ejecutó a 2000 sobrevivientes del sitio de la ciudad fenicia de Tiro, así como al doctor que no pudo salvar la vida de su amigo Hefestión. Algunos historiadores aseguran que Alejandro también crucificó a Calístenes, su historiador y biógrafo oficial por objetar la adopción de la ceremonia persa de adoración real por parte de Alejandro Magno.
En la actual Cartagena (Cartago Nova), la crucifixión fue establecida como método de ejecución, que pudo haber sido aplicada a los generales que sufrían una gran derrota.
Se tiene conocimiento que se pudo haber desarrollado de la antigua costumbre del arbori suspendere, colgar de un arbor infelix (árbol infortunado) dedicado a los dioses del mundo de las tinieblas, pero el profesor William A. Oldfather escribió un detallado estudio refutando la idea que este castigo no involucraba ninguna forma de ahorcamiento o de cualquier otro para causar la muerte, además de que asegura que el arbor infelix era dedicado a dioses particulares. Tertuliano menciona en el siglo primero d de C algunos casos donde los árboles eran usados en la crucifixión, pero Séneca el Joven utilizó antes la frase infelix lignum (madera infortunada) para referirse al patíbulo o a la cruz completa.
De acuerdo a otras personas, tal parece que los romanos aprendieron la crucifixión de los cartagineses.
La crucifixión era utilizada para esclavos, rebeldes, piratas y para enemigos y criminales odiados. Es por esto que la crucifixión era considerada como la forma más vergonzosa y desafortunada de morir. Los ciudadanos romanos condenados usualmente estaban exentos de morir crucificados (como los nobles estaban exentos de morir colgados, que morían más honorablemente por decapitación) excepto por crímenes mayores en contra del estado, tal como alta traición.
Crucifixiones masivas notorias se llevaron a a cabo durante la Tercera Guerra Servil en el 73-71 a de C (la rebelión bajo el liderazgo de Espartaco), otras guerras civiles romanas en el siglo segundo y primera a de C y en la destrucción de Jerusalén en el 70 d de C. Josefo narra a romanos crucificando a la gente en las paredes de Jerusalén, cuenta también que los romanos crucificaban a los criminales en distintas posiciones. En la crucifixión, al estilo romano, los condenados sufrían una muerte lenta por sofocación. El cuerpo era mantenido allí para que fuera devorado por los buitres y otras aves.
La meta de la crucifixión romana no era solamente para matar al criminal, sino también para mutilar y deshonrar el cuerpo del condenado. En culturas antiguas, una muerte honorable requería del entierro, dejar el cuerpo en la cruz así como mutilar y evitar su entierro era una gran deshonra.
Bajo la práctica penal de la Roma antigua la crucifixión también exhibía en estatus social bajo del criminal. Era la peor muerte imaginable, reservada originalmente para esclavos, de ahí que Séneca lo llamaba supplicium servile y más tarde extendido a libertos de las provincias (“humildes”). Los ciudadanos de la sociedad romana casi nunca eran sujetos a penas capitales, sino que eran apresados o exiliados. Josefo menciona que judíos de alto rango también eran crucificados, pero era para mostrar que su estatus elevado había sido quitado. El control sobre el propio cuerpo era vital en culturas antiguas. La pena capital quitaba ese “auto control” al mismo tiempo que denotaba la pérdida del estatus y el honor. Los romanos continuamente rompían las piernas de los condenados para acelerar su muerte y evitar su entierro.
Un cruel preludio eran los azotes, que ocasionaban que el condenado perdiera una gran cantidad de sangre y tuvieran un estado de shock. El convicto usualmente tenía que cargar el travesaño horizontal (el patíbulo en latín) al lugar de la ejecución, pero no necesariamente la cruz completa. La crucifixión era generalmente llevada a cabo por brigadas especiales, que consistía en un centurión y cuatro soldados. Cuando la ejecución se efectuaba en el lugar establecido, el travesaño vertical (o poste) generalmente se encontraba clavado en el piso permanentemente. Generalmente los condenados eran desnudados.
Los clavos eran de acero, con puntas de entre 13 y 18 centímetros de largo aproximadamente con una cabeza cuadrada de 1 centímetro aproximadamente. En algunos casos los clavos eran recogidos y utilizados como amuletos para sanar enfermedades. El emperador Constantino, abolió la crucifixión en el Imperio romano al final de su reinado.
La Cruz, instrumento de ejecución en tiempo de Jesús
La crucifixión es un método antiguo de ejecución, donde el condenado es atado o clavado en una cruz de madera o entre árboles o en una pared, y dejado allí hasta su muerte.
Esta forma de ejecución fue ampliamente utilizada en la Roma Antigua y en culturas vecinas del mediterráneo; métodos similares fueron inventados por el Imperio persa.
La crucifixión fue utilizada por los romanos hasta 337 d de C, después de que la religión cristiana fue legalizada en el impero romano en el 313 d de C, favorecida por el emperador Constantino, pero antes de que se convirtiera en la religión oficial del imperio.
La crucifixión raramente se utilizaba por razones simbólicas o rituales fuera de la cristiandad, era usualmente utilizada para exponer a la víctima a una muerte particularmente lenta, horrible (para disuadir a la gente de cometer crímenes parecidos) y pública, utilizando todos los medios necesarios para su realización. Los métodos de la crucifixión variaban considerablemente con el lugar y el tiempo donde se efectuaban.
Las palabras griega y latinas que corresponden a “crucifixión” se aplicaban a formas diversas de ejecución dolorosa, desde empalar en una estaca, clavarlos en un árbol, o en poste (lo que algunos llaman “crux simple” o “cruz simple").
Antes de la crucifixión, los romanos acostumbraban a dar latigazos (flagelar) al reo. Luego, y durante el trayecto hasta el lugar de ejecución, el condenado era obligado a cargar el travesaño en sus propios hombros (lo cual seguramente agravaba las heridas que ya habrían sufrido por la flagelación a que habían sido sometidos). El historiador romano Tácito documenta que la ciudad de Roma tenía un lugar específico para llevar a cabo las ejecuciones, un área especialmente destinada para la crucifixión, situado afuera de la puerta de Esquilino.
Una cruz completa se estima que pesaría alrededor de los 135 kilogramos pero la viga transversal solo pesaría entre 35 y 50 kilogramos.
La persona muchas veces era atada al patíbulo por medio de cuerdas, pero el uso de clavos se documenta por varias fuentes, como en el caso de Flavio Josefo, donde sostiene que en la Gran Revuelta Judía (70 d de C) “los soldados enfurecidos, clavaban a los que eran capturados, unos tras otros a las cruces” como se evidencia en el evangelio de Juan. Algunos objetos, como los clavos, que se utilizaban en las ejecuciones eran vistos como amuletos.
La forma del instrumento empleado en las crucifixiones podía ser de distintas formas. Josefo describe múltiples torturas y posiciones en que Tito crucificó a los rebeldes durante la revuelta de Jerusalén.
En ocasiones al reo se lo fijaba tan sólo a una estaca vertical, llamada en latín “cruz simplex” o “palus”. Esta era la construcción disponible más sencilla de torturar y matar a los criminales. Sin embargo, frecuentemente se utilizaban travesaños de madera atados en la parte superior del poste o estaca formando una T (crux commissa) o justo debajo de la parte superior, como la forma más familiar entre los cristianos (crux immissa). Otras formas comunes eran en forma de X o de Y.
Los escritos más antiguos que relatan la crucifixión del Cristo describen la forma de la cruz en forma de la letra T (la letra griega tau) o compuesta de un poste (stipes o palus), con un travesaño (patibulum) sujetado por medio de una clavija en la parte superior.
Plauto (254-184 A.C.) muestra inequívocamente en sus citas que al condenado se le fijaban sus brazos en el patíbulo: “Sospecho que usted está condenado a morir fuera de las puertas, en esa posición: Con las manos extendidas y clavadas al patíbulo”. (Miles Gloriosus, 359-360).
Dionisio de Halicarnaso (primer siglo A.C.) describe esta antigua práctica: “Los hombres quienes se les ordena llevar al esclavo a su castigo, habiendo extendido sus manos las atan a un pedazo de madera extendido por su pecho y hombros hasta sus muñecas, siguiéndolo, desgarrando su desnudo cuerpo por los latigazos” (Antigüedades Romanas, 7.69.1-2).
Séneca (c. 4 A.C. al 65 D.C.) también refiere:
Aunque ellos se esfuerzan por soltarse de sus cruces---esas cruces a que cada uno de ellos está clavada cada una de sus propias manos—sin embargo ellos, cuando fueron traídos al castigo los suspendieron a cada uno en un solo stipes; pero éstos otros que trajeron sobre si su propio castigo se les extiende sobre tantas cruces como se desea. Aún ellos son calumniadores e ingeniosos apilando insultos sobre otros. ¡Yo podría creer que ellos eran libres de hacerlo, ya que algunos de ellos llegaron hasta a escupir sobre los espectadores desde sus propios patíbulos!
(De Vita Beata, 19.3)
La crucifixión de Jesús
La forma común usada en tiempos de Jesús era la cruz “tau”, con forma de “T”. En esta cruz, el patíbulo se ubicaba en una ranura en lo alto del madero vertical. Hay excelente evidencia arqueológica de que fue en este tipo de cruz que crucificaron a Jesús.
El madero vertical generalmente permanecía enterrado en el lugar de ejecución. El condenado era obligado a cargar el patíbulo, que aproximadamente pesaba 50 Kg, desde la prisión hasta el lugar de ejecución. Sin tener ninguna prueba histórica o bíblica, sin embargo, los pintores del medioevo y del renacimiento nos han dado una imagen de Cristo cargando toda la cruz.
Muchos pintores y escultores de crucifijos también cometen el error de mostrar los clavos atravesándole las palmas de las manos. Los relatos históricos de los romanos y el trabajo experimental han demostrado que los clavos eran clavados entre los pequeños huesos de las muñecas. Los clavos a través de la palma de la mano cortarían y se zafarían entre los dedos,
al sostener el peso de un cuerpo humano.
Esta interpretación pudo haber venido de un error de comprensión en las palabras de Jesús a Tomas: “Mira mis manos”. Los anatomistas antiguos y modernos, sin embargo, siempre han considerado que la muñeca es parte de la mano.cultura popular existe la creencia (posiblemente derivada de leer literalmente la descripción del evangelio de Juan de que las heridas de Cristo estaban “en las manos”), de que el condenado era clavado en las manos, sin embargo documentos históricos refieren que los clavos estaban en las "χείρ", palabra griega que generalmente se traduce como mano, que se refiere desde brazo hasta mano, mientras que si se quiere describir específicamente la mano se escribe "ἄκρην οὔτασε χεῖρα".
Una posibilidad que no requiere que además hubiese sido atado es de que los clavos se insertaron justo debajo de las muñecas, entre los dos huesos del antebrazo (el radio y el cúbito). Los clavos también pudieron haber sido colocados a través de la muñeca, en el espacio entre los cuatro huesos carpio. La palabra utilizada en los evangelios χείρ traducida como “mano” es utilizada también en Hechos 12:7 donde se narra que las cadenas de Pedro cayeron de “sus manos” siendo que éstas debieron de estar colocadas en sus muñecas. Esto muestra que el uso semántico de χείρ es mucho más amplio que el español mano o el inglés hand, y puede que los clavos estuviesen localizados en la muñeca.
Un experimento realizado por un documental del canal de National Geographic titulado “Quest For Truth: The Crucifixion” (búsqueda de la verdad: la crucifixión) mostró que una persona puede ser suspendida por la palma de su mano. Clavar los pies a un lado de la cruz libera esfuerzo en las muñecas depositando la mayor parte del peso en la parte baja del cuerpo. Otra posibilidad sugerida por Frederick Zugibe es que los clavos pudieron haber sido colocados entrando en la palma, en la base del dedo pulgar y salió por la muñeca, pasando por el túnel carpiano.
Una ménsula atada en la cruz, probablemente para quitar el peso del cuerpo de las muñecas es incluida constantemente en representaciones de la crucifixión de Jesús, pero esto no es mencionado en fuentes antiguas. Estas, sin embargo, documentan un pequeño asiento en la parte frontal de la cruz.
Evidencia arqueológica e histórica de antiguas crucifixiones, una de ellas la mencionada por el historiador Flavio Josefo, así como un descubrimiento arqueológico de un cuerpo crucificado que data del Imperio romano alrededor de la época de Jesús, descubierto en Jerusalén en 1968. No es de extrañar que sólo se haya encontrado un descubrimiento, ya que los cuerpos de los sentenciados se mantenían en la cruz y por lo tanto no se preservaban. La única razón por lo que se conservó este cuerpo fue gracias a que la familia del sentenciado le dio a este individuo en particular un entierro tradicional.
Los restos fueron encontrados accidentalmente en osario con el nombre del crucificado en él, “Yehohanan, hijo de Hagako I”. El profesor Nicu Haas, un antropólogo de la Universidad Médica Hebrea en Jerusalén, examinó este osario y descubrió que un clavo atravesaba el talón en uno de sus costados, indicando que el hombre había sido crucificado. La posición de la perforación del clavo, en uno de sus costados indica que sus pies se clavaron a la cruz por los costados. Algunas opiniones son que los pies se clavaron juntos y de lado al frente de la cruz o que se clavaron uno al lado izquierdo de la cruz y el otro al lado derecho. La punta del clavo tenía fragmentos de madera de olivo indicando que había sido ejecutado en una cruz hecha de madera de olivo o sobre un árbol de esta misma especie. Dado que los árboles de olivo no son muy altos, esto sugeriría que esta persona fue crucificada a la altura de los ojos del observador. Adicionalmente, una pieza de madera de acacia fue encontrada entre los huesos y la cabeza del clavo, presumiblemente utilizada para mantener los pies clavados y que éste no los pudiera deslizar a través del clavo. Tenía fracturadas las rodillas y las tibias, hecho infligido probablemente para acelerar su muerte. Se piensa que en tiempos del Imperio romano el acero era bastante caro, por lo que se retiraban los clavos de los muertos para reducir costos, lo que ayudaría a explicar porque sólo se encontró un clavo, que se encontraba doblado de la punta de tal manera que no pudiese ser retirado.
El profesor Haas también encontró un rayón en la cara interior del radio del brazo derecho, cerca de la muñeca. Dedujo por la forma del rayón en el hueso, así como que los huesos de la muñeca se encontraban intactos que el clavo fue introducido en el antebrazo de esa forma.
La muerte por crucifixión
El tiempo necesario para alcanzar la muerte va de horas hasta varios días, dependiendo exactamente del método empleado, el estado de salud de la persona crucificada y circunstancias ambientales.
Una teoría atribuida al cirujano Pierre Barbet establece que la causa típica de la muerte es la asfixia. Cuando todo el peso del cuerpo es soportado por los brazos estirados, el condenado tendría severos problemas para inhalar, debido a la hiper expansión de los pulmones. El condenado tendría entonces que empujarse hacia los brazos para facilitar la respiración. En efecto, los verdugos encargados de la ejecución podían romper las piernas de los condenados después de que estos estuvieran algún tiempo en la cruz para agilizar la muerte. Una vez desprovistos del soporte de las piernas e imposibilitados a levantar su cuerpo, los condenados morían en cuestión de minutos. Si la muerte no venía por hipoxia, podría venir por múltiples razones, como shock físico causado por los azotes que precedían la crucifixión, el mismo enclavamiento, deshidratación, cansancio extremo, etc.
Experimentos realizados por Frederick Zugibe han revelado que, cuando alguien se encuentra suspendido con los brazos de 60° a 70° desde la vertical, los individuos tienen menor dificultad para respirar, pero experimentan un dolor e incomodidad que crece rápidamente. Esta correspondería a la crucifixión empleada por los romanos como método para propinar una prolongada, agonizante y humillante muerte. Zugibe asegura que romper las piernas para agilizar la muerte tal como se menciona en Juan 19:31-32 era utilizado como “golpe de gracia” causando un shock traumático severo o causando embolia grasa. La crucifixión realizada en una estaca, con los brazos sobre la cabeza, precipitaría la asfixia si no se tuviese algún apoyo o una vez que las piernas fuesen rotas.
Era posible, sin embargo, sobrevivir a la crucifixión y existen registros de algunos sobrevivientes. El historiador Josefo describe que encontró a dos de sus amigos crucificados. Él rogó por ellos y se les concedió el indulto, uno de ellos murió y el otro logró recuperarse. Josefo no brinda detalles del método o duración de la crucifixión antes del indulto.
Cronología de la muerte de Jesús.
Getsemaní
De los diversos aspectos del sufrimiento inicial, el que es de particular interés fisiológico es el sudor de sangre. Es interesante notar que el médico Lucas es el único evangelista
que menciona este acontecimiento. Dice:
Lucas 22:44
Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Aunque es muy raro, el fenómeno de la “hematidrosis” o sudor de sangre, está bien documentado. Bajo una gran tensión emocional los frágiles capilares de las glándulas sudoríparas se rompen mezclándose así el sudor con la sangre. Este proceso de por sí podría haber producido marcada debilidad y posiblemente una conmoción.
Ante el Sanedrín
Aunque la traición y arresto de Jesús son porciones importantes de la historia de la pasión, el próximo suceso en la narración, que es significativo desde una perspectiva medica, es su juicio ante el Sanedrín y Caifás, el Sumo Sacerdote. Aquí se le infligió el primer trauma físico: un soldado le propinó una bofetada por permanecer en silencio cuando Caifás lo interrogaba. Después los guardias del palacio le colocaron una
venda en los ojos y burlonamente lo provocaron con palabras groseras a que los identificara al pasar cada uno delante de él, lo escupieron y le dieron golpes en el rostro.
Mateo 26:67-68
Entonces lo escupieron en el rostro y le dieron puñetazos; y otros lo abofeteaban, diciendo:
--Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.
Ante Pilato
Temprano por la mañana, magullado y amoratado, deshidratado y exhausto por una noche en vela, llevaron a Jesús de un lado al otro de Jerusalén, al pretorio, que estaba en el fuerte Antonia -el asiento del gobierno del Procurador de Judea- Poncio Pilato.
Estan familiarizados con la decisión de Pilato de tratar de pasarle la responsabilidad a Herodes Antipas, el Tetrarca de Judea. Aparentemente Jesús no sufrió ningún maltrato físico a manos de Herodes y fue devuelto a Pilato, quien, en respuesta al clamor de la plebe, da la orden de que Barrabás fuera soltado y condenó a Jesús a ser azotado y crucificado.
Marcos 15:6-15
En el día de la Fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidieran.
Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta.
Viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciera como siempre les había hecho.
Pilato les respondió diciendo:
--¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?, porque sabía que por envidia lo habían entregado los principales sacerdotes.
Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltara más bien a Barrabás.
Respondiendo Pilato, les dijo otra vez:
--¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?
Y ellos volvieron a gritar:
--¡Crucifícalo!
Pilato dijo:
--¿Pues qué mal ha hecho?
Pero ellos gritaban aun más:
--¡Crucifícalo!
Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, le soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado.
Los azotes
Los judíos tenían una antigua ley que prohibía más de 40 azotes. Los fariseos, que siempre se aseguraban que la ley fuese estrictamente observada, insistían en que se administraran solo 39 azotes; en la eventualidad de un error en recuento, se aseguraban permanecer dentro de la ley. En el caso de los azotes de Jesús, estos fueron propinados de acuerdo con la ley romana, lo cual implica que no había límite en cuanto a la cantidad.
Los azotes romanos
Los romanos usaron varios instrumentos para azotar
• Varas de olmo se usaban para azotar a los hombres libres.
• Como castigo militar, los centuriones (oficiales) usaban los bastones de parra, laurel o mirto que llevaban como símbolo de su rango para azotar a los soldados por sus faltas.
• Para castigar a los esclavos o criminales existían varios tipos de látigos:
- la ferula o lirum, una correa de cuero
- la scutica, un látigo con las colas hechas de pergamino retorcido
- el flagrum o (más pequeño) flagellum un látigo con dos o tres colas con pequeñas mancuernas metálicas en las puntas. Variaciones del flagrum fueron el astragala, con astrágalos de carnero en lugar de las mancuer carne.
Los métodos
Había tres formas de azotes judiciales:
- Fustigatio: una azotaína menos severa, dada por ofensas relativamente leves, como vandalismo, y acompañada por una severa advertencia
- Flagellatio: una golpiza severa para crímenes más serios
- Verberatio: la más severa, usada usualmente como preludio a otros castigos, como la crucifixión.
La ley no establecía el instrumento del castigo ni la cantidad de golpes. El tipo de instrumento de castigo quedaban a decisión del "lictor" que comandaba la ejecución.
Los castigos judiciales eran dados con el castigado atado a una columna baja, o acostado en el suelo, para poder azotarlo desde ambos lados de la espalda.
El condenado era castigado por varios "lictors" o por verdugos (carnifex) hasta que quedaban exhaustos, o eran detenidos por el lictor que comandaba. Los turnos de los verdugos eran de dos en dos, cuando una dupla se cansaba, la otra, que estaba descansando, la sustituía.
Los azotes a Jesús
Jesús también fue azotado bajo la ley romana con el flagrum. Era usual azotar a los que iban a ser crucificados, para acelerar su muerte. En el caso de Jesús, los azotes probablemente fueron el último recurso de Poncio Pilatos para evitarle la crucifixión, así que fue probablemente condenado a un “verberatio”.
Recibió numerosos azotes, los que lo dejaron en muy mal estado físico, tanto que cayó varias veces cuando transportaba la cruz, y finalmente tuvo que ser ayudado por Simón.
Al principio las lonjas con peso adicional solo le cortaban la piel. Luego, al continuar los golpes, cortaban más profundamente dentro del tejido subcutáneo, produciendo primero una herida sangrante de los capilares y venas de la piel y finalmente la sangre brotaba abundantemente de arterias de las capas musculares más profundas.
Las bolitas de plomo, o los pedazos de hueso, o los ganchos de metal, independientemente de lo que fue utilizado, primero le produjeron grandes y profundos hematomas o marcas que con los siguientes azotes se abrieron. Finalmente la piel de la espalda colgaba en largas lonjas y toda el área era una masa irreconocible de tejido desgarrado que sangraba. Cuando el centurión que estaba a cargo determinaba que el prisionero estaba casi muerto, detenía los azotes.
La burla
El desfalleciente Jesús fue luego desatado y dejado caer como un fardo en el empedrado mojado con su propia sangre. Los soldados vieron a este judío provinciano que pretendía ser rey como un hazmerreír. Le arrojaron un manto sobre los hombros y le pusieron una vara en la mano por cetro. Aun necesitaban
una corona para hacer su parodia completa. Utilizaron ramitas flexibles llenas de largas espinas y las trenzaron formando una tosca corona. La colocaron a presión en su cuero cabelludo y nuevamente sangró abundantemente, cuando las púas perforaron el propio tejido vascular.
Después de burlarse de Él y abofetearle, los soldados le arrebataron la vara de la mano y le golpearon en la cabeza incrustando las púas más profundamente en su cuero cabelludo. Finalmente se cansaron de su diversión sádica y le quitaron con violencia el manto de la espalda. El manto ya se había adherido a los coágulos de sangre y suero de las heridas y al ser quitado como cuando un vendaje quirúrgico se quita al descuido, le causo un dolor insoportable y las heridas comenzaron a sangrar otra vez.
Mateo 27:27-31
Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía.
Lo desnudaron y le echaron encima un manto escarlata; pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo:
--¡Salve, rey de los judíos!
Le escupían, y tomando la caña lo golpeaban en la cabeza.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos y lo llevaron para crucificarle.
Camino al Gólgota
El pesado patíbulo de la cruz fue atado sobre sus hombros. La procesión del condenado Jesús, dos malhechores y el piquete de ejecución de soldados romanos encabezados por un centurión, comenzó su lenta marcha por la ruta que hoy conocemos como
“La Vía Dolorosa”.
A pesar de los esfuerzos de Jesús para caminar erguido, el peso del madero junto con el espasmo producido por la pérdida de sangre era demasiado. Tropezó y cayó clavándosele el tosco madero en la piel lacerada y músculos del hombro. Trató de levantarse pero los músculos humanos habían sido llevados más allá de su tolerancia.
El centurión, ansioso de proseguir con la crucifixión, eligió a un fornido africano del norte que miraba, Simón de Cirene, para llevar la cruz. Jesús seguía sangrando y transpirando el frío y pegajoso sudor del espasmo. La marcha de unos 600 metros desde el Fuerte Antonia al Gólgota fue finalmente completada y el prisionero volvió a ser desnudado excepto por el taparrabo que se les permitía a los judíos.
Mateo 27:32-34
Al salir hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevara la cruz.
Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, (que significa: «Lugar de la Calavera »), le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero, después de haberlo probado, no quiso beberlo.
Juan 17:17
Él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota.
La crucifixión
Se le ofreció a Jesús vino mezclado con mirra, una suave mezcla analgésica para aliviar el dolor. Rehusó la bebida. A Simón se le ordenó dejar el patíbulo en el suelo y derribaron a Jesús de espaldas con sus hombros contra la viga. El legionario le palpó la hendidura por delante de la muñeca y perforó con un pesado clavo cuadrado de hierro forjado, la muñeca clavándolo en la madera. Se pasó rápidamente al otro lado y repitió la operación, cuidando de no extender demasiado el brazo, permitiéndole cierta flexión y movimiento. El patíbulo era luego alzado y calzado al tope del madero vertical y el “título” donde se leía “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos”, fue clavado en su lugar.
El pie izquierdo era presionado hacia atrás contra el derecho. Con ambos pies extendidos con los pies hacia abajo, se clavaba un clavo a través de ambos arcos dejando las rodillas flexionadas moderadamente. La víctima estaba ahora crucificada.
En la cruz
Cuando Jesús lentamente se deslizó hacia abajo hasta colgar, con el mayor peso depositado en los clavos de las muñecas, un dolor ardiente agudísimo se disparó a lo largo de los dedos y hacia arriba por los brazos hasta explotar en el cerebro. Los clavos de las muñecas presionaban los nervios medios que son fibras nerviosas troncales que atraviesan el centro de la muñeca y de la mano. Al empujarse hacia arriba para evitar este tormento por estiramiento, colocaba todo su peso sobre el clavo que atravesaba los pies. Nuevamente se producía una agonía de dolor ardiente al desgarrar el clavo los nervios entre los huesos metatársicos de los pies.
A este punto se producía otro fenómeno: al fatigársele los brazos, grandes oleadas de calambres le pasaban por los músculos engarrotándolos en profundo dolor punzante que no cedía. Con estos calambres se producía la incapacidad de impulsarse hacia arriba. Al colgar de los brazos los músculos pectorales (grandes músculos del pecho), se paralizaban y los músculos intercostales (pequeños músculos entre las costillas), no podían actuar. Se podía inhalar aire a los pulmones pero no se podía exhalar. Jesús luchaba por elevarse para tener al menos un pequeño respiro. Finalmente el nivel de dióxido de carbono de los pulmones y del torrente sanguíneo aumentaba y los calambres se atenuaban parcialmente.
Su agonía
Sufrió horas de dolor ilimitado, ciclos de calambre que producían desgarradoras torceduras, asfixia parcial intermitente y dolor ardiente al desgarrársele tejido de su espalda lacerada debido a su movimiento hacia arriba y hacia abajo contra el rugoso madero de la cruz.
Después empezó otra agonía: un dolor profundo como si se le hundiera el pecho, mientras el pericardio -la bolsa que rodea el corazón-, lentamente se llenaba de suero y comenzaba a comprimir el corazón.
La profecía del Salmo 22 se estaba cumpliendo:
Salmo 22: 14
Soy derramado como agua y todos mis huesos están descoyuntados; mi corazón es como cera; se derrite en medio de mis vísceras.
Lo que dijo Jesús en la cruz
En forma espasmódica Jesús podía elevarse hacia arriba para exhalar e inhalar oxígeno vivificante. Fue sin duda en estas ocasiones que pronunció las siete breves oraciones que fueron registradas:
Primera Palabra
Mirando a los soldados romanos jugándose su manto de una sola pieza a los dados:
Lucas 23:24
Jesús decía: --Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
Segunda Palabra
Al malhechor penitente:
Lucas 23:43
Entonces Jesús le dijo: --De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Es la respuesta de Jesús a la súplica "acuérdate de mí, cuando vengas en tu reino" del ladrón arrepentido.
Tercera Palabra
Mirando a María su madre dijo:
Juan 19:26
Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre:
--Mujer, he ahí tu hijo.
Y luego, vuelto hacia el aterrorizado adolescente Juan, traspasado de dolor, el amado apóstol Juan, dijo:
Juan 19:27
Después dijo al discípulo:
--He ahí tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
Cuarta Palabra
El comienzo del Salmo 22:
Mateo 27:46
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: «Elí, Elí, ¿lama sabactani?» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? »).
Quinta Palabra
Antes de morir
Juan 19:28
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliera:
--¡Tengo sed!
Es la expresión de un ansia de Cristo en la cruz. Se trata, en primer término, de la sed fisiológica, uno de los mayores tormentos de los crucificados. La palabra está tomada de:
Salmos 69:21
Me pusieron además hiel por comida y en mi sed me dieron a beber vinagre.
Sexta Palabra
Cuando murió de acuerdo a Juan:
Juan 19:30
Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo:
--¡Consumado es!
E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Séptima Palabra
Cuando murió de acuerdo a Lucas
Lucas 23:46
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo:
--Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Habiendo dicho esto, expiró.
Su muerte
Todos estamos familiarizados con los detalles finales de la ejecución de Jesús. Para que no se profanase el sábado, los judíos solicitaron que se diera fin a los condenados y fueran sacados de las cruces. El método común de terminar una crucifixión era por “crurifragio” (cruris: piernas y fragere: romper), o sea la fractura de los huesos de las piernas. Esto le impedía a la victima empujarse hacia arriba y la tensión de los músculos del pecho no se podía aliviar: la asfixia sobrevenía con rapidez. Las piernas de los dos malhechores fueron fracturadas,
pero cuando los soldados se acercaron a Jesús vieron que esto era innecesario. Así narraron los evangelistas el momento de su muerte:
Mateo 27:50-56
Pero Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
y después que él resucitó, salieron de los sepulcros, entraron en la santa ciudad y aparecieron a muchos.
El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que habían sido hechas, llenos de miedo dijeron: «Verdaderamente este era Hijo de Dios».
Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndolo.
Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Lucas 23:44-49
Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
El sol se oscureció y el velo del templo se rasgó por la mitad.
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo:
--Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Habiendo dicho esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios diciendo:
--Verdaderamente este hombre era justo.
Toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
Pero todos sus conocidos, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, estaban mirando estas cosas de lejos.
Aparentemente para asegurarse doblemente de que estaba muerto, el legionario le clavó la lanza entre las costillas hacia arriba a través del pericardio llegando al corazón.
Juan 19:31-34
Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, a fin de que los cuerpos no quedaran en la cruz el sábado (pues aquel sábado era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas y fueran quitados de allí.
Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas al primero y asimismo al otro que había sido crucificado con él.
Pero cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.
Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
De modo que se produjo un escape del fluido acuoso de la bolsa que rodea el corazón y la sangre del interior del corazón. Esta es una evidencia post-mortem bastante concluyente de que Jesús murió, no de la muerte común de crucifixión -por asfixia- sino de falla cardiaca, debido al espasmo y compresión del corazón por el líquido acumulado en el pericardio.
lunes, 20 de julio de 2009
Jerónimo de Estridón
Jerónimo de Estridón
Eusebio Hierónimo de Estridón o Jerónimo de Estridón. Nacio ebn Estridon, Dalmacia, en 340, D.C . San Jerónimo para los cristianos (en latín, Eusebius Sophronius Hieronymus), tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Es considerado Padre de la Iglesia, uno de los cuatro grandes Padres Latinos. La traducción al latín de la Biblia hecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata editio, 'edición para el pueblo'), ha sido hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana.
San Jerónimo fue un célebre estudioso del latin en una época en la que eso implicaba dominar el griego. Sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Belen para perfeccionar sus conocimientos del idioma. Comenzó la traducción en el año 382 corrigiendo la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 pasó al Antiguo Testamento en hebreo. Completó su obra en el año 405.
Nació en Estridón (oppidum, ya destruido por los godos en 392, situado en la frontera de Dalmacia y Panomia) entre el año 331 y el 347, según distintos autores. San Jerónimo cuyo nombre significa "el que tiene un nombre sagrado", consagró toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras y es considerado uno de los mejores, si no el mejor, en este oficio.
En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, quien era pagano. El santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Ciceron, Virgilio, Horacio y Tacito, y a los autores griegos Homero, y Platon, pero casi nunca dedicaba tiempo a la lectura espiritual.
Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá aunque rezaba mucho, ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz, descubriendo que su misión no era vivir en la soledad.
De regreso a la ciudad, los obispos de Italia junto con el Papa nombraron como secretario a San Ambrosio, pero éste cayó enfermo, y decidieron nombrar a Jerónimo, cargo que desempeñó con mucha eficiencia. Viendo sus dotes y conocimientos, el Papa San Damano lo nombró como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y luego lo designó para hacer la traducción de la Biblia. Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo (llamadas actualmente "Vetus Latina") tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, y esa traducción llamada "Vulgata" (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos.
Alrededor de los 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa
Sus últimos 35 años los pasó en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesus.
Con tremenda energía escribía contra las diferentes herejias. La Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender la Biblia; por extensión, se lo considera el santo patrono de los traductores.
Entre sus obras más conocidas encontramos sus cartas y sus famosos comentarios bíblicos.
Entre sus obras de origen apologético se pueden mencionar:
La perpetua virginidad de Maria, su Carta para Pamachio en contra de Juan de Jerusalén, el Diálogo contra los Luciferianos, Contra Joviniano, Contra Vigilantio, Contra Pelagiano y otras.
En la carta a Joveniano, Jerónimo escribe:
“El placer por la carne era desconocido hasta el diluvio universal; pero desde el diluvio se nos han embutido las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal… Jesucristo que apareció cuando se cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido comer más carne (...) Y por eso os digo, si queréis ser perfectos, entonces es conveniente no comer carne”. (Adversus Jovinanum 1,30)
Los atributos con los que suele representarse a este santo son: Sombrero y ropa de cardenal, un Leon y, en menor medida, una cruz, una calavera, libros y materiales para escribir. El motivo por que el que se le representa con un león es porque, según se dice, se encontraba San Jerónimo meditando a las orillas del rio Jordan, cuando vio un león que se arrastraba hacia él con una pata atravesada por una enorme espina. San Jerónimo socorrió a la fiera y le curó la pata por completo. El animal, agradecido, no quiso separarse jamás de su bienhechor. Cuando murió San Jerónimo, el león se acostó sobre su tumba y se dejó morir de hambre.
Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años.